viernes, 12 de febrero de 2010

Aconcagua, el corazón de los Andes




Faltaban cinco minutos para llegar cuando Ariel cambió el gesto. Lo que antes fueron un cúmulo de anécdotas enlatadas para mantener distraído al pasaje, se convirtieron en un aporte personal más que en una mera explicación de sucesos. Sus rasgos indígenas recordaban su pasado inca tal y como después explicó. Su semblante esta vez era serio y sus comentarios ahora iban acompañados de miradas mostrando mayor complicidad y comunicación con sus interlocutores.
La atmósfera que Ariel creó desprendía que algo realmente emocionante íbamos a experimentar.
Durante esos 5 minutos de enlace nos contó como alguien que explica su propio pasado, que la montaña era un símbolo para los Incas, ya que allá enterraban sus momias para que estuvieran lo más cerca posible de los Dioses. Mucho más emocionante si cabe se convirtieron sus comentarios cuando pasamos por delante del cementerio de aquellos escaladores que perdieron la vida intentando conseguir su cima. Incluso, para dar una nota extremadamente mística y mágica al acontecimiento, se atrevió a decir que en ese lugar precisamente algunas religiones sostienen que es el punto de unión con el resto del universo.

Hoy, un día después de la excursión de ayer todavía estamos impactados por lo sucedido. Analizando la situación creemos que fue por la atmósfera creada por Ariel, por lo majestuoso del Aconcagua y por el estado de alucinación al que llegó nuestro cerebro al estar rozando los límites del mal de altura sobre los 4100 metros. Fue algo que realmente recordaremos para el resto de nuestras vidas.

Pero como las mejores cosas que pasan, cuando algo va bien siempre puede ir a mejor. No sabemos porqué motivo, pero nos dirigimos al bar opuesto al que iba la multitud. Grácias a esa decisión improvisada iba a acontecer una de esas cosas que llegan a cambiar tu vida. Tomando el café recordaba , con la nostalgia aquella de alguien que ve cada vez más alejada su infancia , como se acababa de cumplir uno de ese sueños que tienes de pequeño. Contemplar el Aconcagua era para mí una ilusión desde que tenía 12 años, cuando vi en la camiseta de mi monitor de verano un dibujo de una montaña: "Aconcagua. 6962 metros. Sudamérica". Pero como para seguir adelante que hay que continuar teniendo sueños, una señal apareció justo en el momento que recordaba con añoranza aquella imagen de mi niñez. Una expedición polaca de unos 15 montañeros estaba a punto de partir hacia la cumbre del Aconcagua. Uno de ellos llevaba una camiseta que ponía: "Expedición cumbre del Aconcagua 2010". Y yo me volví a sentir pequeño.

Grácias Ariel