lunes, 5 de abril de 2010

"Pipa", refugio de soñadores







Adaptados totalmente a la vida “slow” y con la seguridad del mochilero experimentado, estos días los hemos dedicado a disfrutar. Los sentidos abiertos de par en par. La mente despejada y el corazón con la puerta de su jaula abierta. Con esta predisposición os podemos asegurar que suceden cosas realmente extraordinarias. Encuentros improvisados. Ángeles en lugar de personas. Aldeas globales disfrazadas de ciudades. Sonrisas que sustituyen a palabras. Reinventarse cada día. Nacer y morir cada minuto. El destino en tus manos.

Sortear las olas, nadar mar adentro y esperar. Todo llega. Los sientes, falta poco para verlos. Espera, ten paciencia. Ahí están, te sonríen y te saludan. Delfines en libertad nadando a tu alrededor. Intentas seguirlos pero coordinar brazadas es tarea imposible ante tanto grado de excitación. Nos limitamos a esperarlos. Ya vuelven. Soy feliz.

Un desierto de dunas acaban en el mar. El Sáhara con piscina. Bailar en mitad de la nada sin pagar entrada, sin ropa de etiqueta, sin disk jockey. Un auto nos sirve: Jeep con puertas abiertas y música típica de la zona al máximo volumen. Surrealista, espontáneo, absurdo pero extremadamente divertido. La arena por sala de baile, un mundo por disfrutar.

Cruzar palabras sueltas con un desconocido son suficientes para acabar los tres cenando en un restaurante quitándonos la armadura y confesando sentimientos y anécdotas entre risas y emociones. Tranquilos, la cuenta corre de su parte. La fortuna es su constante, las ideas bien limpias. Recién conocidos y amigos para siempre.

“Augusto”, un sintecho que nos regala un tesoro. Una clave de “Sol” ofrece a Mar diciéndole que al igual que la música sin esa nota no existe, la vida sin su belleza no se concibe.

Un grupo de empresarios españoles nos invita conocer su lujosa casa. Descorchando botellas de champagne, nuestros ojos no logran apartarse de la belleza de la vivienda más hermosa de la ciudad. Madrid y Barcelona esa noche se unieron sin necesidad de puente aéreo ni tren de alta velocidad. Tan diferentes pero tan iguales. Tan lejos pero tan cerca. Personas en lugar de banderas.

Madrugón atormentado. Mochilas en su salsa. Caminos con tropiezos al compás de un sueño enfermizo. Un coche se detiene a nuestro lado. ¿Autostop ofrecido?. Próxima parada: hora y media de compañía. Amabilidad a la carta. Precio del trayecto: hoy por ti, mañana por mi…

Mañana empieza un nuevo día en Brasil. ¿Dónde estaremos? No importa. “Tiempo al tiempo”, el mayor patrimonio de la humanidad a nuestros pies.