lunes, 17 de mayo de 2010

martes, 13 de abril de 2010

Sao Paulo, ¿punto y final?




Semáforos en rojo que pierden su hegemonía al caer la noche. Cientos de rascacielos para quien quiera tocar el cielo con las manos. Millonarias fortunas que se desplazan en taxi-cóptero para no tropezarse con los que malviven en la calle. El tren de las oportunidades que nunca para en la estación de los más desfavorecidos. Arco iris de coloridas frutas entre las grises nubes del asfalto. Diecinueve millones de habitantes y la soledad en cada esquina...
La tercera ciudad más gigante del planeta nos acoge en un impás de 48 horas antes del fin del viaje. Nuestros cuerpos presentes, nuestras almas pedidas. Sofia Coppola encontraría en nosotros la continuación perfecta para su memorable “Lost in Translation”.

Balance de un tiempo pasado que en nuestro caso sí que fue mejor. Auténticos nómadas con mochila viviendo a cada instante otros mundos, diferentes costumbres y nuevas realidades.

Porteños acalorados en Buenos Aires. Esquimales alucinando entre glaciares. Montañeros en los Andes y biólogos en Península Valdés. Granjeros en Córdoba. “Hippies” en el Bolsón y sibaritas por las bodegas de Mendoza. Bolivianos en Salta. Aventureros en Iguazú. Surfistas en Floripa y colonos en Paraty. Cariocas en Río y africanos por las calles de Salvador de Bahía. Lugareños en Squarema. Náufragos en Noronha. Soñadores en Pipa y pescadores en Mundaú. Perdidos en “jerico”. Nostálgicos y ausentes en Sao Paulo.

Diferentes disfraces para un mismo carnaval.

Distintos personajes en el escenario de la improvisación.

Empacho de manjares de hospitalidad y humildad.

Saturación en nuestras mezclas de emociones.

Disco duro sin capacidad en nuestra memoria de imágenes para la posteridad.

Inyecciones letales con sobredosis de libertad.

Una sensación agridulce hoy nos envuelve. Sentimiento contradictorio en nuestro regreso. Ganas de seguir viajando, de seguir soñando, de seguir creciendo.

El gran maestro Dylan ya puso las palabras adecuadas, portavoz autorizado en reflejar nuestro estado anímico en el presente:

Quién no se ocupa de nacer cada minuto, se ocupa de morir cada día”.

¡Obrigrado a tod@s, y que os vaya bonito!

viernes, 9 de abril de 2010

Desde la remota Jericoacoara






Últimos cartuchos para la escopeta de las ilusiones. Exceso de equipaje en nuestra mochila de recuerdos y vivencias. El penúltimo destino, el mejor de los soñados.

Si el fin del mundo tuviera un nombre, seguramente sería Jericoacoara, “Jeri” para los amigos. Tierras inhóspitas, difíciles de llegar pero más aún de vivir. Localización imposible, accesibilidad cero, pero con la playa más bella del planeta. Podemos dar fe de ello.

La villa de pescadores estos días todavía está convaleciente tras la vorágine de Semana Santa, cuando el virus de turistas y foráneos hiere de muerte hasta el más remoto de los lugares. Tras la resaca festiva el pueblo es lo más parecido a una fiesta de cumpleaños sin invitados.
Restaurantes abiertos sin comensales y músicos ocasionales tocando para gatos callejeros. Aún así, los 4 únicos mochileros del hostel decidimos disfrutar de unos días de tranquilidad, sosiego y mucha aventura. Nosotros dos, Carlitos el asturiano y Matthias el suizo. Para el “guaje”, 5 años le esperan por delante para dar la vuelta al mundo, si su corazón más que sus accidentadas y maltrechas piernas superan el desafío que toda persona necesita para seguir avanzando. Su compañía, un bastón y una mochila. Su enemigo, él mismo. Para Matthias, el compañero de Basilea, “Jeri” ha significado una buena ocasión para mejorar su contaminado castellano, después de meses viajando sin poder utilizar la lengua de Cervantes Para nosotros, un final de viaje tranquilo y en buena compañía, justo lo necesario para asimilar estos 3 meses que han sido mucho más que la suma de 90 días.

Como cuarteto hemos podido disfrutar de una excursión memorable en boggie con una espectacular comida en un restaurante perdido en el desierto. La comida excelente. La compañía, aún mejor. El nombre del lugar, el mejor de los secretos.

Éstas últimas línea las queremos dedicar a Ramis, el hospitalario propietario del hostel que nos ha tratado como amigos más que como solitarios huéspedes. En una conversación de esas que derrochan una magia indescriptible, surgió ésta secuencia que seguidamente trataremos de emular. Espero que sirva para haceros una idea de lo increíble de éste pequeño recodo perdido en el olvido.

-Ramis, ¿porqué las arenosas calles de “Jeri” no están alumbradas con farolas?
-No hace ni una década que la luz artificial ha llegado hasta ésta humilde villa de pescadores. En esos días en los que la llegada del progreso y la tecnología cambian la historia de cualquier comunidad, una asamblea de urgencia reunió a los pocos habitantes autóctonos de la aldea, llegando a ésta magnífica conclusión que os sonará a poesía: la única luz nocturna que desean para sus calles es la de las estrellas y la luna. Como siempre ha sido. Como siempre será.


Dulces sueños “Jeri”. Hasta siempre.