domingo, 28 de marzo de 2010

El "morro" de Sao Paulo




Al principio puede parecer muy turística pero en cuanto te pierdes por cualquiera de sus interminables y kilométricas playas, rápidamente encuentras un remanso de tranquilidad, calma y sosiego. Esta pequeña isla paradisíaca se llama “Morro de Sao Paulo” y tiene ciertos rasgos característicos que la hacen peculiar y la convierten en un destino imprescindible en cualquier visita a Salvador de Bahía.

En primer lugar únicamente puedes llegar a ella en pequeña embarcación ( éste trayecto ya es toda una aventura en sí mismo ) pues la isla carece de carreteras. Las estrechas calles son todas de arena de playa y sería imposible circular con vehículo motorizado. De hecho, en la isla no existen coches. Ni motos. Ni camiones. El único modo de transporte es a pie o a caballo. El reparto de mercancías y equipajes es único. Unas carretillas de obra se transforman en “TAXI” simplemente enganchando en un lateral un poco de cinta aislante anunciando el servicio que prestan. Al no existir servicio rodado la isla entera está al servicio del transeúnte. Los más beneficiados de ésta agradable ausencia ( además de los propios turistas y del perjudicado medio ambiente ) son los bares y restaurantes. La rivalidad entre ellos aumenta por ver quién sirve la mejor terraza. Los ganadores de ésta batalla ofrecen un marco incomparable, colocando mesas y sillas dentro mismo de la orilla del mar. El placer de tomarse un zumo recién exprimido mientras las finitas olas acarician suavemente los pies es un placer a la altura del mayor de los caprichos de cualquier Dios lujurioso.

Durante nuestra permanencia en la isla durante 4 días hemos podido conocer a algunos entrañables personajes que ya forman parte de la historia de este viaje. En nuestra memoria quedará para siempre la “cabaña de Berni”. Sólo puedes llegar a ella caminando por la playa, en marea baja, y luego subiendo unas maltrechas y ruinosas interminables escaleras. Lógicamente llegamos casualmente, porque buscarlo hubiese sido lo más parecido a una misión “top secret”. Al ser los únicos comensales, nos ofreció una estupenda comida solamente superada por su sobremesa. Las conversaciones duraron toda la tarde y poco a poco entró en nuestra improvisada reunión una puesta de sol hecha a medida. Si ya de por sí la ubicación del balcón colgado en el océano era espectacular, la compañía imprevista y espontánea de una familia de seis monos salvajes engrandecieron aún más el momento. Era su hora de comer y Berni les dió la “merienda” a base de banana.

Ahora entendemos el nombre de “morro de Sao Paulo”. Al llegar creíamos que venía dado por la morfología del archipiélago, en forma de cabo entrante en la bahía. Ahora sabemos que ese nombre viene dado por la increíble y envidiable fortuna de sus escasos habitantes. Realmente tienen mucho “morro” de disfrutar de esta pequeña parte del planeta.