lunes, 17 de mayo de 2010

martes, 13 de abril de 2010

Sao Paulo, ¿punto y final?




Semáforos en rojo que pierden su hegemonía al caer la noche. Cientos de rascacielos para quien quiera tocar el cielo con las manos. Millonarias fortunas que se desplazan en taxi-cóptero para no tropezarse con los que malviven en la calle. El tren de las oportunidades que nunca para en la estación de los más desfavorecidos. Arco iris de coloridas frutas entre las grises nubes del asfalto. Diecinueve millones de habitantes y la soledad en cada esquina...
La tercera ciudad más gigante del planeta nos acoge en un impás de 48 horas antes del fin del viaje. Nuestros cuerpos presentes, nuestras almas pedidas. Sofia Coppola encontraría en nosotros la continuación perfecta para su memorable “Lost in Translation”.

Balance de un tiempo pasado que en nuestro caso sí que fue mejor. Auténticos nómadas con mochila viviendo a cada instante otros mundos, diferentes costumbres y nuevas realidades.

Porteños acalorados en Buenos Aires. Esquimales alucinando entre glaciares. Montañeros en los Andes y biólogos en Península Valdés. Granjeros en Córdoba. “Hippies” en el Bolsón y sibaritas por las bodegas de Mendoza. Bolivianos en Salta. Aventureros en Iguazú. Surfistas en Floripa y colonos en Paraty. Cariocas en Río y africanos por las calles de Salvador de Bahía. Lugareños en Squarema. Náufragos en Noronha. Soñadores en Pipa y pescadores en Mundaú. Perdidos en “jerico”. Nostálgicos y ausentes en Sao Paulo.

Diferentes disfraces para un mismo carnaval.

Distintos personajes en el escenario de la improvisación.

Empacho de manjares de hospitalidad y humildad.

Saturación en nuestras mezclas de emociones.

Disco duro sin capacidad en nuestra memoria de imágenes para la posteridad.

Inyecciones letales con sobredosis de libertad.

Una sensación agridulce hoy nos envuelve. Sentimiento contradictorio en nuestro regreso. Ganas de seguir viajando, de seguir soñando, de seguir creciendo.

El gran maestro Dylan ya puso las palabras adecuadas, portavoz autorizado en reflejar nuestro estado anímico en el presente:

Quién no se ocupa de nacer cada minuto, se ocupa de morir cada día”.

¡Obrigrado a tod@s, y que os vaya bonito!

viernes, 9 de abril de 2010

Desde la remota Jericoacoara






Últimos cartuchos para la escopeta de las ilusiones. Exceso de equipaje en nuestra mochila de recuerdos y vivencias. El penúltimo destino, el mejor de los soñados.

Si el fin del mundo tuviera un nombre, seguramente sería Jericoacoara, “Jeri” para los amigos. Tierras inhóspitas, difíciles de llegar pero más aún de vivir. Localización imposible, accesibilidad cero, pero con la playa más bella del planeta. Podemos dar fe de ello.

La villa de pescadores estos días todavía está convaleciente tras la vorágine de Semana Santa, cuando el virus de turistas y foráneos hiere de muerte hasta el más remoto de los lugares. Tras la resaca festiva el pueblo es lo más parecido a una fiesta de cumpleaños sin invitados.
Restaurantes abiertos sin comensales y músicos ocasionales tocando para gatos callejeros. Aún así, los 4 únicos mochileros del hostel decidimos disfrutar de unos días de tranquilidad, sosiego y mucha aventura. Nosotros dos, Carlitos el asturiano y Matthias el suizo. Para el “guaje”, 5 años le esperan por delante para dar la vuelta al mundo, si su corazón más que sus accidentadas y maltrechas piernas superan el desafío que toda persona necesita para seguir avanzando. Su compañía, un bastón y una mochila. Su enemigo, él mismo. Para Matthias, el compañero de Basilea, “Jeri” ha significado una buena ocasión para mejorar su contaminado castellano, después de meses viajando sin poder utilizar la lengua de Cervantes Para nosotros, un final de viaje tranquilo y en buena compañía, justo lo necesario para asimilar estos 3 meses que han sido mucho más que la suma de 90 días.

Como cuarteto hemos podido disfrutar de una excursión memorable en boggie con una espectacular comida en un restaurante perdido en el desierto. La comida excelente. La compañía, aún mejor. El nombre del lugar, el mejor de los secretos.

Éstas últimas línea las queremos dedicar a Ramis, el hospitalario propietario del hostel que nos ha tratado como amigos más que como solitarios huéspedes. En una conversación de esas que derrochan una magia indescriptible, surgió ésta secuencia que seguidamente trataremos de emular. Espero que sirva para haceros una idea de lo increíble de éste pequeño recodo perdido en el olvido.

-Ramis, ¿porqué las arenosas calles de “Jeri” no están alumbradas con farolas?
-No hace ni una década que la luz artificial ha llegado hasta ésta humilde villa de pescadores. En esos días en los que la llegada del progreso y la tecnología cambian la historia de cualquier comunidad, una asamblea de urgencia reunió a los pocos habitantes autóctonos de la aldea, llegando a ésta magnífica conclusión que os sonará a poesía: la única luz nocturna que desean para sus calles es la de las estrellas y la luna. Como siempre ha sido. Como siempre será.


Dulces sueños “Jeri”. Hasta siempre.

miércoles, 7 de abril de 2010

Mundaú, donde todo es igual desde siempre








Penúltima parada antes de nuestro destino final. Llegamos exhaustos después de un trayecto agotador por tierras e itinerarios imposibles de recordar. Paisajes inóspitos. Caminos en lugar de carreteras. Chatarras que todavía se consideran medios de transporte.

A primera vista el lugar es de aquellos que todavía permanecen anclados en el tiempo. Pescadores que matan el tiempo cosiendo sus herramientas de trabajo, unas maltrechas redes en constante reparación. Aquí, el bar de moda es un ruinoso local a pie de playa (foto 3), donde el “forró” suena a un volumen tan elevado que solo se aguanta con elevadas dosis de cachaça. A media que la noche avanza, el alcohol poco a poco va transformando a los jóvenes en zombies. Hay innumerables cajeros automáticos, tantos como colchones que guardan la plata. Como antaño. La plaza del pueblo es una interminable playa donde descansan baradas tradicionales barcazas pesqueras. Los encuentros de fútbol-playa más que un entretenimiento son una forma de vida. Los jugadores de repuesto esperan su turno bajo unos cocoteros que proporcionan una privilegiada sombra en un improvisado banquillo. Nuestra presencia foránea distorsiona la tranquilidad del lugar. Pasamos las horas intentando pasar inadvertidos, observando e imitando comportamientos, tradiciones y costumbres como por ejemplo pasear por la playa. Haciendo lo propio nos detenemos un instante en la distancia. A nuestra derecha kilómetros y kilómetros de playa, de agua, de paisajes aún vírgenes y salvajes. A la izquierda más de lo mismo. Increíble.

Recomendados por un amigo conocido en Pipa conocemos a Leo y Cris, propietarios de la bohemia pousada “Cabôco Sonhadô”. Aún no estando alojados en su hospedaje, nos brindan una amabilidad exquisita, aconsejándonos rutas y lugares que conocer. Es el privilegio de ser los únicos turistas extranjeros que en mucho tiempo deciden perderse por sus calles de arena. Entremedio de conversaciones a la luz de las antorchas, un baño terapéutico en la oscuridad del mar. Leo acostumbra a hacer éste ritual de purificación varias veces al día, y en ésta última solicitó de mi compañía. Dudé un instante, lo justo para no perder la ocasión de disfrutar de un chapuzón que ya forma parte de mi selecto baúl de recuerdos inolvidables.

Mundaú, donde la máquina del tiempo hace años que se estropeó sin que aún nadie haya venido a repararla. Sus habitantes la escondieron para que esto no ocurra. Y que dure...

lunes, 5 de abril de 2010

"Pipa", refugio de soñadores







Adaptados totalmente a la vida “slow” y con la seguridad del mochilero experimentado, estos días los hemos dedicado a disfrutar. Los sentidos abiertos de par en par. La mente despejada y el corazón con la puerta de su jaula abierta. Con esta predisposición os podemos asegurar que suceden cosas realmente extraordinarias. Encuentros improvisados. Ángeles en lugar de personas. Aldeas globales disfrazadas de ciudades. Sonrisas que sustituyen a palabras. Reinventarse cada día. Nacer y morir cada minuto. El destino en tus manos.

Sortear las olas, nadar mar adentro y esperar. Todo llega. Los sientes, falta poco para verlos. Espera, ten paciencia. Ahí están, te sonríen y te saludan. Delfines en libertad nadando a tu alrededor. Intentas seguirlos pero coordinar brazadas es tarea imposible ante tanto grado de excitación. Nos limitamos a esperarlos. Ya vuelven. Soy feliz.

Un desierto de dunas acaban en el mar. El Sáhara con piscina. Bailar en mitad de la nada sin pagar entrada, sin ropa de etiqueta, sin disk jockey. Un auto nos sirve: Jeep con puertas abiertas y música típica de la zona al máximo volumen. Surrealista, espontáneo, absurdo pero extremadamente divertido. La arena por sala de baile, un mundo por disfrutar.

Cruzar palabras sueltas con un desconocido son suficientes para acabar los tres cenando en un restaurante quitándonos la armadura y confesando sentimientos y anécdotas entre risas y emociones. Tranquilos, la cuenta corre de su parte. La fortuna es su constante, las ideas bien limpias. Recién conocidos y amigos para siempre.

“Augusto”, un sintecho que nos regala un tesoro. Una clave de “Sol” ofrece a Mar diciéndole que al igual que la música sin esa nota no existe, la vida sin su belleza no se concibe.

Un grupo de empresarios españoles nos invita conocer su lujosa casa. Descorchando botellas de champagne, nuestros ojos no logran apartarse de la belleza de la vivienda más hermosa de la ciudad. Madrid y Barcelona esa noche se unieron sin necesidad de puente aéreo ni tren de alta velocidad. Tan diferentes pero tan iguales. Tan lejos pero tan cerca. Personas en lugar de banderas.

Madrugón atormentado. Mochilas en su salsa. Caminos con tropiezos al compás de un sueño enfermizo. Un coche se detiene a nuestro lado. ¿Autostop ofrecido?. Próxima parada: hora y media de compañía. Amabilidad a la carta. Precio del trayecto: hoy por ti, mañana por mi…

Mañana empieza un nuevo día en Brasil. ¿Dónde estaremos? No importa. “Tiempo al tiempo”, el mayor patrimonio de la humanidad a nuestros pies.

lunes, 29 de marzo de 2010

Bienvenidos al paraíso










Su mirada transmitía confianza y seguridad. Las arrugas de su piel eran fiel reflejo del paso de los años. Como experimentado lobo marino conocedor de todas los océanos del planeta y con una tranquilidad propia de aquellos a los que a esas alturas de la vida pocas cosas le sorprenden, Víctor nos regaló un “consejo” más que una propuesta:

“Sin lugar a dudas debeis ir a Fernando de Noroña. Es un lugar increíble, una de las 10 maravillas del mundo natural. No debeis dejar escapar la ocasión”.

Antes de conocer a éste entrañable personaje la posibilidad de viajar hasta Noronha ya la habíamos contemplado, pero requería un sacrificio en nuestra apretada agenda que no sabíamos realmente si valía la pena. Sus breves pero concisas palabras acabaron de convercernos.
Pocas cosas sabíamos de éste pequeño trozo de tierra perdida en el océano, pero después de cinco días hemos acabado exprimiendo y sacando todo el jugo a la isla.
Pero, ¿qué es lo que tiene de especial? Para los que no la conozcan deciros que realmente es uno de esos lugares que te hacen sentir privilegiado de poder estar allí disfrutando de su espectacular e insuperable belleza natural. Despierta en el viajero un misticismo y secretismo enigmático que han provocado en nosotros un sentimiento de atracción como pocas veces habíamos sentido. Para la muestra, un botón:

Situada a 500 km de la costa brasileira solo puedes llegar a ella en avión y tener la fortuna de ser uno de los 200 visitantes que diariamente pueden visitarla. Cuatro de las cinco mejores playas del país están aquí. Su única carretera tiene 7 km y el desplazamiento por los caminos secundarios únicamente se pueden realizar en “buggy”. Tiene la mayor colonia de delfines en libertad del planeta. Cada mañana regresan a la bahía a descansar y verlos llegar al alba es simplemente, indescriptible. En la playa de Atalaia no puedes estar más de 30 minutos en el agua. No puedes usar crema solar pues alteraría el frágil ecosistema existente en su piscina natural: Pulpos, crías de tiburón, corales, lenguados, peces de mil colores…
En el puerto hemos buceado por los restos de un navío griego hundido a 25 metros de la superficie. En la playa Sudeste hemos nadado en mar abierto con tortugas de más de 1,5 metros de largo y en la playa Conceiçao hemos “jugado” con olas que duplicaban nuestra estatura. Desde las ruinas del fuerte hemos visto el cielo “arder” mientras el sol perecía en la línea del horizonte oceánico. Hemos sido los únicos en una playa salvaje resguardados del sol debajo de una palmera. Las noches de luna llena esperábamos la llegada a la playa de las tortugas que llegaban a desovar y por las mañanas nos dedicábamos a estudiar sus nidos siguiendo el rastro que dejan en la arena al arrastrarse. Hemos conocido a gentes que se juegan el “pellejo” cuando te sorprende la marea alta y hemos bailado “forró” ( baile típico ) en el bar más famoso del pueblo.

Sentimos si en estos días no hemos podido contestar vuestras llamadas ni correos. El blog lo habíamos dejado donde habita el olvido. Pero tranquilos, estamos bien. Viajando, viviendo, sintiendo. Estábamos en Noronha

domingo, 28 de marzo de 2010

El "morro" de Sao Paulo




Al principio puede parecer muy turística pero en cuanto te pierdes por cualquiera de sus interminables y kilométricas playas, rápidamente encuentras un remanso de tranquilidad, calma y sosiego. Esta pequeña isla paradisíaca se llama “Morro de Sao Paulo” y tiene ciertos rasgos característicos que la hacen peculiar y la convierten en un destino imprescindible en cualquier visita a Salvador de Bahía.

En primer lugar únicamente puedes llegar a ella en pequeña embarcación ( éste trayecto ya es toda una aventura en sí mismo ) pues la isla carece de carreteras. Las estrechas calles son todas de arena de playa y sería imposible circular con vehículo motorizado. De hecho, en la isla no existen coches. Ni motos. Ni camiones. El único modo de transporte es a pie o a caballo. El reparto de mercancías y equipajes es único. Unas carretillas de obra se transforman en “TAXI” simplemente enganchando en un lateral un poco de cinta aislante anunciando el servicio que prestan. Al no existir servicio rodado la isla entera está al servicio del transeúnte. Los más beneficiados de ésta agradable ausencia ( además de los propios turistas y del perjudicado medio ambiente ) son los bares y restaurantes. La rivalidad entre ellos aumenta por ver quién sirve la mejor terraza. Los ganadores de ésta batalla ofrecen un marco incomparable, colocando mesas y sillas dentro mismo de la orilla del mar. El placer de tomarse un zumo recién exprimido mientras las finitas olas acarician suavemente los pies es un placer a la altura del mayor de los caprichos de cualquier Dios lujurioso.

Durante nuestra permanencia en la isla durante 4 días hemos podido conocer a algunos entrañables personajes que ya forman parte de la historia de este viaje. En nuestra memoria quedará para siempre la “cabaña de Berni”. Sólo puedes llegar a ella caminando por la playa, en marea baja, y luego subiendo unas maltrechas y ruinosas interminables escaleras. Lógicamente llegamos casualmente, porque buscarlo hubiese sido lo más parecido a una misión “top secret”. Al ser los únicos comensales, nos ofreció una estupenda comida solamente superada por su sobremesa. Las conversaciones duraron toda la tarde y poco a poco entró en nuestra improvisada reunión una puesta de sol hecha a medida. Si ya de por sí la ubicación del balcón colgado en el océano era espectacular, la compañía imprevista y espontánea de una familia de seis monos salvajes engrandecieron aún más el momento. Era su hora de comer y Berni les dió la “merienda” a base de banana.

Ahora entendemos el nombre de “morro de Sao Paulo”. Al llegar creíamos que venía dado por la morfología del archipiélago, en forma de cabo entrante en la bahía. Ahora sabemos que ese nombre viene dado por la increíble y envidiable fortuna de sus escasos habitantes. Realmente tienen mucho “morro” de disfrutar de esta pequeña parte del planeta.

sábado, 20 de marzo de 2010

Reggae, Capoeira, Batucada y mucho más!!!!







El destino nos ha llevado a parar aquí, a una isla llamada Thinaré , dos horas en catamarán desde Bahía. Entre baños en paradisíacas playas y descansando en hamacas con el mar de fondo, intentamos hacer balance de los buenos momentos vividos en la ciudad de Salvador de Bahía, que para sorpresa nuestra, nos brindó unos maravillosos momentos.

La ciudad nos recibió con un calor sofocante, llevando a nuestras espaldas dos buenas mochilas y un par de vuelos a horas intempestivas de la mañana que hacían arrastrarnos literalmente por las empinadas calles de Salvador.

Para nuestro asombro, el lugar donde nos íbamos a alojar era una antigua mansión colonial de 300 años de antigüedad, con techos altísimos, suelos de madera…en fin, un lujazo. Fue precisamente en esta fantástica pousada donde conocimos a un grupo de chicos encantadores, que con apenas cuatro palabras cruzadas, nos invitaron a salir de fiesta esa misma tarde.
Poco sabíamos de la fiesta de Salvador de Bahía y menos aún que ésta fuera un martes.
Agradecidos por la invitación nos fuimos todos rumbo al barrio del Pelhourinho, zona de casco histórico y donde se congrega todo el ambiente. Nada más llegar y justo cuando nos acabábamos de adentrar en sus empedradas y estrechas calles, nos encontramos a una banda tocando batukada. Pertenecían al único grupo de chicas que tocan éstos instrumentos en la ciudad. El sonido era tan hipnotizador como la coreografía que todas, al unísono, transmitían al público que espontáneamente allá se congregaba. La energía y el vibrar que llegaron a transmitir fue indescriptible, pudiendo comprobar que el rimo brasileiro lo llevan en la sangre.

Por si ésto fuera poco, y abriéndonos paso entre las abarrotadas calles, nos encontramos al girar una esquina una escalinata a los pies de una iglesia. El espectáculo era de foto: cientos de personas bailando y cantando al son de un grupo brasilero cuyo nombre no consigo recordar… El ambiente era muy exótico: “reggae”, “rastas” ...Bien, esa noche la acabamos de la mejor manera posible: bañito reparador de madrugada en la playa bajo el resplandor de la luna… Un flipe!!!!

Pero claro, a parte de muchísima y muchísima fiesta, Bahía también tiene un pasado histórico de lo más interesante. Fue la primera capital de Brasil y fue también aquí donde llegaban todos los esclavos procedentes de Nigeria y Senegal , de ahí que el 80% de sus gentes sean de color. La ciudad es imperdible, única, llena de vida, de colores, de místicas religiones, de música espontánea, de gente bailando Capoeira… Así hemos pasado éstos días: con una sonrisa de oreja a oreja, recorriendo sus calles, comiendo moqueca (plato típico Bahiano) y hasta fuimos de peluquería!!!! (espero que mi tia nos perdone por haber encontrado un sustituto por estas tierras).
Harían falta dos vidas para sacarle todo el jugo a ésta ciudad.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Río, "Cidade Maravilhosa"










“La felicidad es la capacidad individual de saber adaptarse a las diferentes circunstancias con la que nos encrontramos en el día a día”. No sé cuando ni donde escuché esa frase, pero si ya en su día la encontré de lo más sugestiva es en Río de Janeiro donde ha cobrado aún más sentido. Resulta realmente gratificante pasear por las calles observando como reaccionan la mayoría de cariocas ante situaciones imprevistas o desafiantes. Su comportamiento, digamos que por su carácter o idiosincrasia, resulta sorprendente si más no por los que estamos de paso por ésta ciudad. Sirvan algunos ejemplos para probar la eficiencia de la teoría:

Un trayecto en un centenario tranvía puede ser desde una experiencia ruidosa e incómoda para ciertos "guiris" hasta una improvisada y no menos peligrosa atracción de feria para un grupo de "mininos" brasileiros.
Una tormenta huracanada momentos previos a un derby futbolístico en Maracaná es para un grupo de turistas un diluvio aguafiestas que estropea el espectáculo. Mientras, miles de hinchas brasileiros encuentran en los relámpagos y truenos los aliados perfectos para engrandecer aún más los cánticos con los que “empujar” a su equipo.
Para algunos, los andamios que cubren por obras el Cristo Redentor son una maldición del propio Ser Supremo que les impide disfrutar en pleno de una de las 7 maravillas del mundo. Otros, encuentran en él la escalera divina que se les brinda para tocar por un día el cielo con las manos…
Los hay incluso quien imagina un decorado de carnaval en un futurista edificio de arte contemporáneo.

Para unos, un maravilloso atardecer es una nostálgica cuenta atrás de un fabuloso día de playa que se acaba. Sin embargo, para un grupo de pescadores, la puesta de sol es el principio de una noche de pesca que promete ser mágica.Porque todo depende del punto de vista con el que se mira, aunque lo más acertado probablemente sea hacer como el carioca: mirar la vida desde puntos de vista diferentes

viernes, 12 de marzo de 2010

Saquarema Sunset




Huyendo de las guías y dejándonos llevar por el instinto y la aventura, llegamos por casualidad a este remanso de paz y tranquilidad llamado Saquarema. Es un pueblito nada turístico situado a una distáncia prudente de Río. Su playa principal a 2 km del casco histórico se caracteriza dicen por ser la mejor de Brasil para hacer surf. Por ahora solamente hemos podido disfrutar de una buena comida y de un fabuloso ocaso. Todavía no han llegado los chiringuitos "chill" ni los bares que venden "sunsets" masificados con música de fondo a precios desorbitados. Simplemente hemos podido disfrutar de un paseo por la playa, puesta de sol y poca gente. Vamos, un privilegio. Aquí van algunas imágenes que, seguro, dirán mucho más que las palabras que hoy podamos escribir.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Río de Janeiro ( primera parte )




Me levanto y mis ojeras son testigos de otra noche sin descansar. Ese resacón emocional se ha vuelto algo cotidiano desde que estoy de viaje. La razón es obvia. Cada día está lleno de anécdotas y momentos inolvidables y así es casi imposible conciliar bien el sueño. Ayer, sin ir más lejos fue un día de nuevo espectacular.
Por la mañana bañito en Ipanema para combatir la ola de calor que nos acompaña en éstos días por Río. Esa playa se caracteriza por un lado por su ambiente deportivo con verdaderos/as atletas entrenando por el paseo marítimo, y por otro lado por ser un escaparate de cuerpazos y tipazos que desfilan para observar y ser observados.

Por la tarde, casualmente conseguimos entradas para ...MARACANÁ!!!!!!! La cita es el próximo domingo día 14 de marzo. El espectáculo tiene todos los números de ser de esos momentos inolvidables y únicos: FLAMENGO vs VASCO DE GAMA, algo así como un BARÇA~ESPANYOL,
con más de 90.000 espectadores con bengalas, tocando Salsa y cantando como locos.
Por si fuera poca adrenalina y emoción, seguidamente paseito de nuevo a la playa para ver atardecer. El espectáculo es difícil de explicar ya que pocas palabras podrán igualar las sensaciones que pudimos experimentar. Incluso inspirado por la atracción del paisaje me dispuse a correr por la orilla, momento mágico genialmente capturado por Mar como se puede comprobar en la foto que formará parte de mi “álbum de imprescindibles”.
Se complementó el atardecer con un fotograma de la inolvidable película “CIUDAD DE DIOS”. Al fondo se reconocen las favelas que se distinguen en la ladera y que protagonizan el film. Aunque existen excursiones organizadas para ir a visitarlas, decidimos descartar visitarlas por lo morboso y poco ético de la excursión, pero las vistas del barrio desde la playa són realmente "de película"!!

Río es genial, caótica, inclasificable e imprevisible . El trasiego cotidiano y la tranquilidad de sus playas le dan ese toque de exótismo y espontaneidad que caracterizan sobretodo a los ciudades sudamericanas. Por la mañana puedes llegar a “odiar” por lo asfixiante y peligroso de su centro urbano y luego por la tarde te enamoras de su atardecer y su espectacular situación natural.
Mientras continuamos explorando la ciudad, los dias vuelan y Río siguen siendo sorprendente. Al fin y al cabo ese es su encanto!!!

sábado, 6 de marzo de 2010

Paraty






Paraty es un bonito pueblo marinero de Brasil. Hace siglos fue conocido porque por él pasaban famosos piratas, como Blake, quien dicen campaba a sus anchas por todas las tabernas del lugar. Después vivió una época de esplendor colonial grácias a la fiebre del oro que atrajo a cientos de portugueses y también, inevitablemente, a miles de esclavos africanos para "colaborar en la causa". Ahora vive un renacimiento histórico grácias a los turistas como nosotros en busca de playas, islas y fotos de postal.

Así pues, y aprovechando las treguas que nos daban las intensas e intermitentes lluvias, decidimos tomar un pequeño barco para explorar rincones paradisíacos.

Primero de todo, un buen recibimiento con fruta de temporada. La música en directo no puede faltar y dispuesto a ello, un brasileiro con guitarra en mano y aposentado en un mástil entretiene al respetable con remises de Gilberto Gil con la archiconocida "garota de ipanema".

Por la bahía aparecen pequeñas islas de un sólo inquilino, con lujosas mansiones y fabulosas playas privadas que hacen morir de envidia a los que, ya con suerte, podemos mirarlas desde la proa de la embarcación.

La excursión es totalmente recomendable por calas verdaderamente bellas y realmente especiales a los que, como nosotros, alucinamos al ver el contraste del verde selva deborado por el azul océano. Praia Vermelha, praia das Lulas e Ihla Rosa són algunos ejemplos de las playas en las que hemos navegado y...bañado!!!

Aquí pasaremos algunos días más, esperando a que pase el temporal para seguir nuestra ruta por la costa brasileira. Bonita espera, ¿verdad?