Adaptados totalmente a la vida “slow” y con la seguridad del mochilero experimentado, estos días los hemos dedicado a disfrutar. Los sentidos abiertos de par en par. La mente despejada y el corazón con la puerta de su jaula abierta. Con esta predisposición os podemos asegurar que suceden cosas realmente extraordinarias. Encuentros improvisados. Ángeles en lugar de personas. Aldeas globales disfrazadas de ciudades. Sonrisas que sustituyen a palabras. Reinventarse cada día. Nacer y morir cada minuto. El destino en tus manos.
Sortear las olas, nadar mar adentro y esperar. Todo llega. Los sientes, falta poco para verlos. Espera, ten paciencia. Ahí están, te sonríen y te saludan. Delfines en libertad nadando a tu alrededor. Intentas seguirlos pero coordinar brazadas es tarea imposible ante tanto grado de excitación. Nos limitamos a esperarlos. Ya vuelven. Soy feliz.
Un desierto de dunas acaban en el mar. El Sáhara con piscina. Bailar en mitad de la nada sin pagar entrada, sin ropa de etiqueta, sin disk jockey. Un auto nos sirve: Jeep con puertas abiertas y música típica de la zona al máximo volumen. Surrealista, espontáneo, absurdo pero extremadamente divertido. La arena por sala de baile, un mundo por disfrutar.
Cruzar palabras sueltas con un desconocido son suficientes para acabar los tres cenando en un restaurante quitándonos la armadura y confesando sentimientos y anécdotas entre risas y emociones. Tranquilos, la cuenta corre de su parte. La fortuna es su constante, las ideas bien limpias. Recién conocidos y amigos para siempre.
“Augusto”, un sintecho que nos regala un tesoro. Una clave de “Sol” ofrece a Mar diciéndole que al igual que la música sin esa nota no existe, la vida sin su belleza no se concibe.
Un grupo de empresarios españoles nos invita conocer su lujosa casa. Descorchando botellas de champagne, nuestros ojos no logran apartarse de la belleza de la vivienda más hermosa de la ciudad. Madrid y Barcelona esa noche se unieron sin necesidad de puente aéreo ni tren de alta velocidad. Tan diferentes pero tan iguales. Tan lejos pero tan cerca. Personas en lugar de banderas.
Madrugón atormentado. Mochilas en su salsa. Caminos con tropiezos al compás de un sueño enfermizo. Un coche se detiene a nuestro lado. ¿Autostop ofrecido?. Próxima parada: hora y media de compañía. Amabilidad a la carta. Precio del trayecto: hoy por ti, mañana por mi…
Mañana empieza un nuevo día en Brasil. ¿Dónde estaremos? No importa. “Tiempo al tiempo”, el mayor patrimonio de la humanidad a nuestros pies.
Vaya estilazo!!! Como se nota que llevais unos dias donde la música y la samba son el pan de cada día.
ResponderEliminarHoy me ha gustado especialmente vuestro relato, donde dais a entender, una vez más, que la improvisación es veustro único itinerario. Es el tipo de viaje que a muchos nos gustaria hacer algún día (cuando las circustancias lo permitan) pero que no sabemos si vamos a poder realizar, olvidandonos de la comodidad y tranquilidad que da tenerlo todo preparado.
En fín, que sigais disfrutando y haciendonos partícipes a nosotros con vuestros comentarios tan descriptivos.
A seguir disfrutando.Besitos.
Ejem... yo opino que Mar sale muy guapa y con estilo y demás, pero el Raul, vamos a ver raulito de mi vida, si tu no has bailao en tu vida? a quien quieres engañar? seguro que te dijeron, "a ver, el que parece un preso de guantanamo con ese corte de pelo, ponte a simular que bailas" que no raul, que no cuela, que tu y yo sabemos que nosotros heramos de cubata en la barra mientras los otros bailaban.
ResponderEliminarEn fin Mar, siento que raul no pueda acompañarte adecaudamente en el baile, por el resto, tu vena escritora es fantástica.
Un abrazo majos